martes, 16 de noviembre de 2010

Suena la música



Despejo el comedor. Arrincono los obstáculos. Me enjuago la boca
con una cerveza. Me preparo para limpiar, para atravesar las
moléculas de polvo con la rabia de la mopa. Cojo respiración
y pongo un disco de música. Comienzo a limpiar.

Entro en la cocina. Guardo el lavavajillas. Guardo
todos y cada uno de los objetos. La nevera
entera de cervezas, de frutas, de
limones por la mitad con el rostro pálido.
Voy al grifo. Me acerco hasta la máquina de café.
Me mira y le sonrío. Pongo un disco de música.

Camino por el pasillo. Me sopla al oído
la brisa nostálgica de las paredes. Me observan los cuadros
pintados por mi mujer. Su mirada llega hasta
los confines de mi corazón. Paseo algo cansado.
Mientras tanto, suena un disco de música.

Me dispongo a ducharme. He lanzado la ropa
al suelo. Existe un rincón para eso. No
me miro en el espejo. Casi nunca lo hago.
Enciendo el agua caliente. Me abraso.
Al segundo me quedo helado. Tarareo.
Suena el disco de música de la microcadena.

Me escondo entre las sábanas. Le rozo los pies
a mi mujer. Me sonríe. Y yo a ella. Alzamos
los corazones con una templada mirada. El
libro ya descansa. La luz cansada de fornicar con las letras.
La apagamos. La oscuridad atraviesa mis ojos.
Ya es hora de dormir. Suena en mi cabeza la música.

Paco


martes, 2 de noviembre de 2010

Tengo una pena inmensa y ancha


Tengo una pena inmensa y ancha.
De esas que te van devorando, y no te enteras.
Un amigo enferma.
Enferma de verdad.
No ese tipo de gilipolleces
que se sanan con veneno de la Bayer.
Este amigo está enfermo.
Es fuerte.
Tan fuerte como un árbol milenario.
Como sus raíces enredadas
en el tiempo.
Es fuerte. Y está enfermo.
Lo veo tras un cristal.
Esquivo mi mirada horizontalmente
a través de las líneas de una oscura persiana.
Ahí está él.
Sonríe como una flor en invierno.
Su voz cruza el telefonillo
buscando mi corazón. Y
lo encuentra. Para eso fui hasta allí.
Yo disimulo mi pena inmensa y ancha.
Es tremendamente amplia pero la se esconder.
Ya la vencí otras veces. La conozco bien.
Pero irremediablemente vuelve a resucitar.
Se apodera de mis ojos. Los ahoga en su piscina.
Ya me cansé de comprobar que Dios está muerto
o es tuerto.
Mi amigo sonríe.
Aunque no es consciente
Va armado de esperanza,
de vida, de sangre nueva.
Salgo del hospital.
Los coches. El viento. La luz. La histeria.
Todo continúa en su sitio.
Pensé que la pena lo habría matado todo.
Pero todo sigue ahí.
Sobre todo la vida.
Como la de mi amigo.
Que sigue muy viva.
Que sigue muy vivo.

Paco