jueves, 5 de mayo de 2011

El último sueño

El ÁRBOL se arrinconó en su propia soledad, azotado por el miedo. La luna, más cauta que nunca, bajó la mirada y tragó saliva. Luego escupió de rabia. Las lágrimas se habían agotado. El árbol, impecablemente erguido, asustado, observó los muertos que lo rodeaban. Los suyos habían sido salvajemente mutilados, troceados para que una civilización perdida en su propia incomprensión sonriera inconscientemente con sus corazones debilitados .

El árbol se mantenía firme, triste, desolado, como un reo en el corredor de la muerte. Impasible, en silencio, la angustia lo iba devorando esperando que no se alzara el sol. Sentenciado a desaparecer, inocente, recordaba todo lo que se había esforzado por alimentar al aire y la naturaleza que, curiosamente, mantenía parte del equilibrio de la vida de sus despiadados asesinos. No pedía nada a cambio. Simplemente soñaba con el hecho de poder crecer lentamente y mantener apacibles conversaciones privadas con la luna, y con los suyos, ese armonioso y esperanzador bosque que ayudaba a mantener el equilibrio de la vida y la naturaleza.

Sin embargo, esa misma noche no dormiría, lucharía por mantenerse despierto acariciando su último sueño. Una fría y despiadada máquina se mantenía firme e implacable a su lado, esperando que la mano de un ser humano la dirigiera y acabara con su vida, con la del resto del bosque, y de paso con parte del equilibrio de la vida del planeta. Mientras tanto, el osado árbol, ataviado de una última esperanza, infringía vida a su último sueño: no dejaba de soñar cómo derrotar a la ambición.

Paco

No hay comentarios:

Publicar un comentario