miércoles, 9 de noviembre de 2011

El extraño

Pensó en dejar de ser un extraño, en volver a sentirse aunque tan solo fuera por un segundo, uno más entre tantos otros. Caminaba enfocando su vista hacia las profundidades del asfalto. Cuando se cruzaba con un compañero, estiraba con gran esfuerzo una sonrisa impregnada de veneno. Inhábil a la hora de relacionarse con los demás, cada vez que le preguntaban sentía los cañones de las palabras apuntando certeramente a su ansiedad. Las palabras le brotaban con tono tosco y zafio, y pocos eran los que insistían en mantener un diálogo cuando las palabras arañaban la cordialidad.


Las máquinas rugían durante ocho horas continuadas. Se robotizaba y era el momento que más entero se sentía. Se miraba las manos, firmes e insensibles sobre el producto a embalar. Por momentos intentaba pensar en su baño caliente y su música de fondo, en ese momento para dispersar imágenes inconexas o previsiblemente desenfocadas. El mundo que temía. La vida. Ese mar desconocido que jamás cruzaría a nado.


No recordaba la última vez que sonrió con entusiasmo. No recordaba cuándo cruzó el límite de la indiferencia. Centraba su atención en las olas que su estirada barriga producía cada vez que respiraba profundamente. Pensó en dejar de ser un extraño entre tantos otros. Igual que a primera hora de la mañana, cuando el frío empujaba al día con meticulosa solvencia. Me gustaría ser como todos los demás, dejar de ser invisible y saltar todos mis muros. Se quedó pensando, en los demás, en los compañeros, en la eternidad de los sueños, en las redes en las que caen manejadas por la realidad… No recuerda cómo llegó a dormirse. Tan solo recuerda que en su sueño, una sola persona, tan solo una persona, llegaba comprenderle y después le abrazaba.


Aquella mañana, sin prestarle mayor atención, despertó con una leve sonrisa enmarcada por el entusiasmo.


Paco

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