miércoles, 7 de diciembre de 2011

En el vasto mundo de la locura

En el vasto mundo de la locura, uno puede escoger el personaje que desee ser. Uno mismo puede ser viento, pensar que es invisible y esconderse de la magnitud de las sombras ajenas. El alivio es inmediato. También inevitable. Desaparece de golpe la falsa impresión de estar sumergido en el ridículo esperpento de sentirse diferente y extraño entre extraños. Uno mismo, al mismo tiempo, puede escoger la opción de ser héroe, librar batallas bestiales con demonios imaginarios y salvar a princesas que jamás entendieron que continuarían siendo, por los tiempos de los tiempos, simple cartílago que lleva a cuestas dos kilos de bacterias. Ese héroe, indómito y sectario que penetra en la mente paulatinamente hasta invadir los cajones de la conciencia, también muere, es esfuma, como un deseo irrevocable penalizado por la realidad, ese bofetón palpable a la esencia de los sueños.


Son cuantiosas las opciones que nos otorga perdernos en el profundo pantano de la locura. Uno mismo puede ser el masajista de su imaginación, colaborar con sus miedos para escudriñar en otras alternativas, demoledor de muros, paisajista infinito, perpetuo soñador gimiendo en el eje de sus propios deseos. Pero, ¿Qué personaje has elegido tu, querido lector, para salir a la calle hoy? ¿Qué tipo de locura precede a tu razón en este mundo encogido de rostro desfigurado? ¿Qué más da que uno se lance desde un séptimo piso esperando que las alas surjan antes de besar el asfalto?


Porque al fin y al cabo, los cuerdos son muertos en vida que se ciñen al ostracismo de sus deseos… y sus libertades.

Paco

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