martes, 5 de octubre de 2010

Terrorismo emocional


En el jardín de la casa suena un viento
cojo, dislocado, de esos que enferman el ambiente,
constructor de soledades, espía inmortal,
un viento con su armadura de hierro
desposando a las flores de su silencio.

Dentro de la casa asciende
escalonadamente un cierto olor
carnoso, víboro, de amor asesinado
a traición,
con la mirada retorcida
de una puerta que ha ocultado los
gritos abultados de la noche,
que se avergüenza de lo que calla,
la puerta y el olor
que crujen sus huesos sin nada que perder.

En la cama se desgarra una mujer
sincronizada con la sumisión, desposeída
de la elegancia de su libertad, que
en silencio otorga cuerpo pero no alma
al hombre que jadea hambre de instinto,
y le grita al silencio
llévame con tus fantasmas
llévame sin tiempo que perder.

A otras horas llueven miedos,
con sus goteras irreparables,
con su terror incurable,
llueve, siempre
llueve,
el corazón apedreado en sus viejas
paredes, veterano del dolor,
también se come soledad,
una nueva partida al juego de la felicidad
que como siempre le tocó perder.

Un tono elevado del monstruo
un golpe en la mesa a destiempo
una mujer que calla piedra en boca
una historia cualquiera de dominio masculino..

Entrando el amanecer se rompen
los últimos hilos de oscuridad,
el reloj marca una hora muerta,
ella con su condición impuesta
hasta la última sonrisa ha quedado presa
soplada por el cojo viento,
por la muchedumbre del pánico
labios confinados en la precariedad
cuánto se ha acostumbrado este corazón
a perder.

En la cocina tan solo un vaso roto
y un recuerdo envuelto en lija
para una víctima más
del terrorismo emocional.

Paco

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